Loa a los Otros Sentidos de Leandro Díaz
Por Silvia Betancourt Alliegro
No me era posible imaginar la materia sin sonidos,
sentía inmensa pena por los encarnados que nacen sordos, así el refranero
afirme que ‘A palabras necias oídos…’ hasta que escuché las creaciones
literarias manifestadas en canciones de un hombre que no ve las cosas terribles
que otros hombres le hacen a los demás, pues ha dedicado su existencia a
conducirnos por territorios físico- espirituales que sólo las almas bellas
transitan.
Leandro Díaz nos ha mostrado un camino sobrenatural,
con la simpleza del que habita en sabiduría, gracias a que no puede ver los gestos, ni el vestuario,
ni la mirada solapada del que se le pone en frente, que ni siquiera le hace
sombra.
Nos ha confirmado que para leer y aprender no se
necesitan los ojos, sino saber escuchar,
para captar el sentido intrínseco de la existencia.
Se puede oír el teatro de la vida o de las tablas; se
puede palpar la piel de cada animal que se acerque, e incluso presentir sus
intenciones; se logra oler la bondad, también la maldad -así esté disfrazada
con un excelente perfume-; se puede paladear cada sabor con el deleite de un
recién nacido; y, lo más exquisito que existir pueda: escuchar a otra persona
leer de un buen texto, o a un intérprete cantar el pensamiento propio o ajeno,
con el tono preciso que utilizaría un ángel.
No ver lo mismo que los demás es entender el ahora sin
influencias externas, como si lo materializado fuera una ilusión óptica (que lo
es) que el cerebro archiva en concordancia con lo que el espíritu planea,
alterando o corrigiendo lo mirado.
¿Cómo percibirá Leandro Díaz este medio día gris en el
que floto, distinguiendo el verde en muchos tonos, captando el amarillo amado,
y el rojo que espanta la serenidad?
Ignoro si a él le gusta el café tanto como a mí, pero
sea el que sea el olor que percibe al despertar ¿le remitirá adelante en el
tiempo, o lo devolverá al pasado?
Estoy segura que Leandro Díaz no ha visto literalmente
-como usted o yo- un río, una llanura, ni una mujer con específicos encantos,
que camina airosa mostrando al prójimo la perfección de un sueño interpretado
por el Creador; pero lega para los
hombres de todos los tiempos un concepto sobre la hermosura de la existencia
representada en imágenes más sutiles que
las observadas por los ojos físicos, nos
ha encaminado por senderos maravillosos donde la vida personal palpita al mismo
ritmo de las estrellas.
Para lograrlo, tuvo que tomar palabras que explican la
vida desde los conceptos de los videntes, pero personalmente me fascinaría que
nos la mostrara tal cual como él la percibe…imagino unas sensaciones
indescifrables para alguien que no sea ciego de nacimiento; sería como afrontar
el camino teniendo de Lazarillo a Dios.