Si todos pudiéramos ser partícipes de los viajes fantásticos que emprenden los locos sin necesidad de desplazarse a ninguna otra parte que no sea el sitio para vivir pensando, es probable que nos acercáramos a la verdadera vida.
Eso de estar loco es un reto a la
fantasía, pues hasta a la hora de comer se convierte en viaje al fondo de la
tierra pensando en el tubérculo que comes sazonado por alguien que tal vez
maldecía cuando lo pelaba sin pensar la maravilla que tiene en sus manos. Así
pasa la vida el loco, elucubrando maravillas de las que nadie sospecha y del
que todos sospechan.
Es fatal para el cuerdo convivir con el
loco, es como vivir con un niño
caprichoso que no desea entender nada de lo que le enseñan, es vivir con el
terror soterrado y creciente de que de
pronto un día, a una hora predeterminada por su locura decida darte muerte para
asesinar contigo a su fantasma escarnecedor.
Cuando entra en escena el mediador entre
tú y él, el psiquiatra, la vida tiende a tomar tintes dramáticos e
impredecibles, este profesional osado, que hace viajes a la mente de los otros
(al menos eso cree él) se convierte en el enemigo a muerte del loco hasta ese
entonces libre, ese desconocido logra matar tus ánimos de explorador, querido
loco, te aplasta, te aniquila, convierte tu inteligencia cósmica en un remedo
de vida aparentemente inteligente, porque te induce a entrar bajo los
parámetros de la civilización que tu anhelas eludir. Tu familia le paga lo que
pida con tal de que te saque a la realidad de ellos, aprende experimentando contigo
a utilizar varios productos químicos.
Explica a tus dolientes lo que te aqueja
con un aire de dignidad cuasi divina, con palabra inventadas por otros célebres
embaucadores históricos que un día decidieron escribir libros sobre las
experiencias vividas con otros pobres mortales. El médico psiquiatra aprende de
ti, de tus viajes, de tu ingenio para buscar el alma de las cosas; se apropia
de tus sueños y los explica a su manera, a la manera de los embaucadores anteriores a él; cuando
encuentra ese destello inmortal en tus “fantasías” lo aniquila con buenas dosis
de Akinetton y aterrizas en la realidad de los demás con la lengua del tamaño
de tu cabeza y la sensación espantosa de ser otra vez igual a todo el mundo.
Los sabios y científicos, los filósofos,
toda esa gente a la que se le debe la muelle comodidad de los habitantes del
planeta que tienen el dinero suficiente para comprar sus libros y sus inventos, fueron o son locos a
quienes dejaron en paz, es seguro que en la época del esplendor de los egipcios
los sabios a consultar para tomar serias decisiones fueran las mentes que ahora
asesinamos con dosis mortales de químicos.
Nunca podrás determinar en qué momento
decides volverte loco, pero eso sí, casi siempre sucede después de un hecho
doloroso que aniquila tu modo de vivir hasta ese día y entonces ocurre la
chispa maravillosa que te desconecta del tiempo en que naciste y te traslada al de
tus sueños.
Es así como vives dos vidas paralelas, completamente diferentes, una, la tuya llena de fantásticos amaneceres y anocheceres de misterios y la de los pobres de la otra esfera que te obligan a comer y beber, te obligan a vestir sus ropas de civiles ordenados y a sonreír estúpidamente ante sus comentarios que ellos creen sacros, y en ocasiones llenos de misericordia ante ti pobre alma alucinada.
Pero cuando te dejan solo, qué maravilla, si quieres te refiero como
vive ese loco que hay dentro de ti y de mí, ese que desprecias porque no sabes usarlo a tu antojo, ese que no puedes manipular, ese que ríe por no llorar,
ese que salta de tu realidad para no ver la chispa de la ambición en tus ojos,
ese que se encoge en un rincón para que no le veas el alma que te ama muy a su
pesar.
El loco es loco porque padece de amor,
ternura, caridad, cariño, como podrás apreciar, sólo adolece de los
sentimientos, por tanto, cada vez que tratas de tocarlo por fuera él reacciona
con agresividad, puesto que precisamente lo que no desea es que le toques el
cuerpo físico sin amar el psíquico, es una reacción de choque fuerte y
poderosa, él solo acepta tu disposición espiritual, y si aprendes esto, enséñaselo a todo el cuerpo médico del mundo
que habitas porque de pronto así se romperá la barrera espacio-temporal que nos
separa radicalmente.