Hago súplicas basadas en remembranzas, me he
convertido en plañidera de los males que aquejan a la patria y al mundo, ya no
tengo amigos, por ello leo más, medito y escribo conclusiones cortas, con las cuales
aburro a desconocidos que leen esta columna para ‘coger’ sueño.
¿El tiempo se está acelerando o todo lo que nos acontece
es debido a la etapa física por la que nos movemos? No lo sé, mi esqueleto
reclama descanso, mas las noticias suculentas que suministra la vida y sus
medios no me dejan concentrar en otra dimensión; es como si estuviera condenada
a cadena perpetua de acontecimientos límites instantáneos que magnifican el
presente, usando el pasado como pretexto para asistir a
procedimientos perversos, de esos que al colectivo fascinan por la carga
de maldad implícita.
Como este planeta pertenece a espíritus fríos, como
los que tienen los políticos de casta y los dueños de medios, que son los que
por su oficio galopan en el poder, logrando lo que se propongan, propiedades,
viajes, negocios de guerra: la banca y el tráfico de personas y de armas;
mientras nosotros, los de estrato resignado, nos consolamos diciendo que nada
se llevarán cuando abandonen la materia.
Ellos
saben que nos hacen vivir en el tiempo de la inseguridad, el oscurantismo se
cierne sobre la especie, la libertad no está asegurada en ningún lugar, la
esclavitud irremediablemente prevalecerá puesto que se deben resguardar las
jerarquías –que hasta en el reino de los cielos hay-.
El tiempo es como un
río eterno, dentro de doscientos años, lo que ahora nos parece temible calamidad,
será un párrafo en los anales de la historia.
Fue Goethe quien habló
del deber de la felicidad, dijo: “Una hora melancólica es una hora perdida”.
Esta es una recomendación para la juventud en flor, para que una vez vadeado el
océano de la vida, no tenga que hacerse reproches por haber despilfarrado las
oportunidades, porque la felicidad se encuentra en todas partes, en todas las eras. La vida del humano sobre la tierra
está sometida a pocas horas dichosas y
años de afanes, zozobras y tribulaciones, es lo que nos han legado la tradición
y las religiones.
A Federico Nietzsche se
le ocurrió fundar un Sanatorio de Almas, en Venecia, incluso redactó algunas
cláusulas, leamos:
.
En el porvenir habrá, en primer lugar, numerosas instituciones en las cuales se
podrá permanecer por un tiempo para hacer curas del alma; en ellas se combatirá
la cólera, la molicie, etc.
.
En segundo lugar, se habilitarán recursos contra el aburrimiento, es decir, en
cualquier momento no se podrán escuchar conferencias u otros actos semejantes.
.
En tercer lugar, se programarán con frecuencia fiestas en las cuales se
reunirán muchas utopías particulares.
.
En cuarto lugar, muchos individuos y grupos se comprometerán a no reclamar
nunca el auxilio de la justicia.
En
Colombia necesitamos algún seguidor de Nietzsche para que continúe redactando
sus cláusulas inconclusas y que tenga poder de convocatoria, algún tuitero de
esos interesantes e intelectuales que hay en mi TL puede servir…
@yastao