lunes, 10 de febrero de 2014

LA BELICOSIDAD ES PRIMITIVA Y CONTAGIOSA



“El gran paso para que se produzca el tránsito desde el estado primitivo a la civilización es precisamente que el individuo salga de su retraimiento y se relacione amistosamente con los que no pertenecen a su clan”.
José Manuel Reverte

La guerra es, desde remotas épocas, el procedimiento que pone en juego el hombre primitivo para solventar las disputas que surgen entre grupos por un territorio.

Se habla de un instinto de ferocidad inherente a la humanidad, que explicaría los combates y la guerra, pero tal vez debamos pensar en una educación guerrera inducida por la necesidad de defensa.

El hombre se siente atraído por la guerra. La guerra es un procedimiento para distinguirse en una colectividad que otorga al guerrero toda clase de prerrogativas y honores. Las mujeres, además, prefieren a los hombres que dan pruebas de ferocidad salvaje, se sienten protegidas del asedio de otras bestias. 

La guerra ha influido en gran manera en las costumbres de la humanidad, con la captura de mujeres desapareció el matriarcado como forma familiar y se pasó al patriarcado, dentro del cual el varón  se convirtió en centro y cabeza de la familia.
En Colombia, en las dos últimas décadas, tal vez precisamente por la guerra, las mujeres cabeza de familia imperan, por tanto, estamos a las puertas de una nueva organización de la familia.

La guerra ha favorecido la exogamia, es decir, el matrimonio fuera del grupo. Entonces, la mujer se convirtió en factor de progreso al introducir nuevas costumbres; pues las mujeres, tradicionalmente dedicadas a la agricultura, aportaron el conocimiento de nuevos métodos en grupos humanos más atrasados. De modo que la mujer, que provoca guerras, compensa con los bienes que aporta.

Además, la guerra es una forma de distinguirse, los gobiernos llenan de distinciones al guerrero valeroso, que vivo o muerto, llega vencedor del combate, es la salvaguardia del colectivo.

En casi todos los pueblos, los jóvenes se endurecen con el espectáculo de la sangre vertida, del dolor y de la muerte. Veamos un caso: los ‘kavirondos’ del este de África, montan sobre sus espaldas los cadáveres de los enemigos muertos en el campo de batalla y los depositan en la plaza del poblado; allí destrozan meticulosamente los cuerpos de los muertos para endurecer los espíritus jóvenes a la vista de la sangre (cualquier parecido con sucesos acaecidos en algunos pueblos colombianos no es coincidencia, son ‘recursos’ aprendidos por las mentes que los dirigen).

El hombre primitivo considera a su grupo como el centro de todos los pueblos. Ha de creer que su tribu es superior a todas las restantes y estar convencido de que su manera de tratar los problemas es la única válida y definitiva, sólo así se siente seguro... que es lo que marca la pauta de la caterva que sigue a Álvaro Uribe Vélez.

Este etnocentrismo concentrado exclusivamente en un grupo humano que sobre valora sus cualidades y forma de vida, es causa primordial  de guerra en todas las épocas y en todas las civilizaciones.

“El gran paso para que se produzca el tránsito desde el estado primitivo a la civilización es precisamente que el individuo salga de su retraimiento y se relacione amistosamente con los que no pertenecen a su clan”, fue lo que testificó José Manuel Reverte, y es corroborado por la fundación de la más grande cooperativa del mundo occidental contemporáneo: La Unión Europea.
@yastao


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