Las mujeres,
llamadas por fuerza biológica a ser las auxiliares de la especie, son la
cantera- carne de la que se nutren los ejércitos de hombres que circulan por
los territorios castigados con minas, y aseguro que son atormentados puesto que
los beneficios (económicos) van a dar solvencia a otras zonas; mas la
desolación, el latrocinio y la prostitución de la población en la flor de la
vida campean en el territorio depredado y se arraiga en el quehacer cotidiano
la decadencia moral.
La colonización
minera es de tal magnitud que en un lustro duplica la población, mas no los
servicios públicos, por tanto, en poco tiempo se ven sumidos en detritus en los que chapalean los niños
famélicos que también son carne que compra el hombre para satisfacer sus bajos
instintos, con la aquiescencia de sus madres que también practican el ‘oficio’.
En el Código de
Minas se hacen acuerdos que prácticamente se remiten a la parte económica; y
cuando lo quieren humanizar forzados por las circunstancias sociales de la
zona, únicamente mencionan a la población indígena y negra, mas no aluden a los
campesinos con sus mujeres e hijos, que rápidamente son desalojados de sus
tierras, por las buenas o por las malas, y tendremos que tener en cuenta que
son la mayoría, que además son los que
le dan piso a la seguridad alimentaria y al patrimonio espiritual aprendido de
sus ascendientes producto de la mezcla racial que somos todos.
Si no hay hogares de civiles enraizados, no habrá
mujeres que estén dispuestas a ser las columnas sobre los cuales se ha
construido el albergue más seguro para la humanidad: el hogar; por tanto, el
daño moral será a perpetuidad pues el tiempo no se puede devolver.
Me duele emitir
la certera espantosa palabra que denominará a las mujeres de las minas de
futuras generaciones bajo un título perverso: prostituta, así no sean todas las
que están, caerán dentro del círculo que las circunscribe a un territorio.
Ahora hago unas
preguntas que deberán ser contestadas únicamente por las personas nativas de
pueblos mineros:
¿De qué manera
fluye el dinero entre la población?
¿De qué vive
una familia ancestral campesina?
¿Son más
temibles los hombres que conducen tracto
mulas o los mineros?
¿Ha mejorado el
entorno social y ambiental por las casas que han tenido que construir para que las habiten los hombres de las
minas?
¿Han llegado
mujeres de otros territorios a disputarles el derecho al ‘trabajo’?
¿En qué se ha
convertido la población local que no se vende?
Hay paliativos.
En lo que a mi experiencia se refiere, he visitado la juventud que aglutina el
sector educativo en algunos municipios mineros, y vi que aún hay esperanza si
el Estado y la Familia
actúan en conexión, haciendo seguimiento a cada joven para que se convierta en
observador que describa por escrito, mínimo una vez a la semana, las maldades
del sistema en que se mueve, como también las cosas bellas y dignas de
rescatar. Además, fomentar las charlas con los ancianos, que son los
recipientes en los que reposa la memoria colectiva, para incentivar el ansia de
investigación para la recuperación de la dignidad por parte de la población en
formación, que será la que podrá cambiar la historia.
@yastao
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