viernes, 19 de diciembre de 2014

FLAGELÉMONOS
Si la verdad es amarga, vomítala.
Ante el escándalo que hasta ahora hacen los medios por las desapariciones de jóvenes en Colombia, se me exacerba el  espíritu y comienza a rememorar lo que he escrito, casi clandestinamente, sobre los horrores que hemos padecido en las provincias por el éxodo de la juventud en flor que se fue a los campos a sembrarlos de muerte, por la paga.
Siempre nos escudamos en la conmiseración cuando somos sorprendidos en flagrancia, por ello, las madres de los muchachos que aparecen muertos  se mezan los cabellos ante las cámaras, creyendo que así engañarán  a su conciencia y al colectivo, que también sabía, pero callaba y otorgaba.
No puedo asegurar que todas las madres de los vasallos al servicio de ruines hombres, renovables, ahora nos consta, estaban enteradas de las andanzas de sus vástagos, mas como madre sé que algunos gérmenes infames los inoculamos nosotras.
Algunas acompañaron y celebraron a sus nenes cuando le aplicaron las primeras patadas a un perro y cuando aprendieron a manejar un arma y la llevaron a la casa nada dijeron. Llegaron la primera vez con las botas y la camisa pringadas de sangre y no los interrogaron, se levantaron más temprano para lavarles la ropa, limpiar los zapatos y hacerles un desayuno bien trancado.
Aquí les va una de las arengas que escribí, presa de la desesperación e indignación cuando me enteré de una de las cientos de masacres logradas por los hombres de mi patria:
¡USTED ES LA MADRE!
No se haga la mártir, ni derrame lágrimas ardientes en público, puesto que usted sabe muy bien en privado, todas las arbitrariedades que le soportó a su engendro para que no llorara, primero; para que no gritara, después; para que no le pegara, ahora.
Reconozca que cada vez que llegaba a la casa con un objeto costoso, jamás le indagó a fondo sobre su procedencia, porque pensó que al menos el nene comenzaba a defenderse en la vida.
Usted, mi homóloga, no se molestó en enseñarle las sendas dignas que alguna vez recibió de sus progenitores, porque las telenovelas la absorben y además tiene que dedicarle tiempo a la charla insustancial con sus amigas.
A usted, madre de ese hombre armado, dispuesto a matar o a  morir, se le olvidó inculcarle el respeto a sus semejantes, el temor de Dios, sí, ese mismo al que usted clama por la seguridad de su hijo cada vez que desaparece para cometer sus crímenes.
Y una vez que retorna, usted, infame criatura ¡da gracias a Dios y a su santa madre!
Y no se le olvide el terror que siente al qué dirán, que por ello es que consigue a diario el periódico, para leer detenidamente la página judicial, por si acaso; y una vez aliviada, critica a fondo, en público y a voz en cuello, las infamias de los hijos ajenos.
Hipócrita y perversa es usted, que formando parte de un inmenso y execrable sistema, lo refuta, lo sepulta, tal como hacen los gatos con su porquería.
Seguiría con otras arengas, pero cansona no quiero ser, algunos títulos son:
1.        Joven hombre, gran asesino.
2.       Nosotros, escritores.
3.       Gobernantes.
4.       Novias, amantes, amigas.
5.       Autoricemos la verdad.
Cuando pueda, imprimiré toda la obra que titulé CAOS, para repartirla en el  mercado público, tal vez la lleven a casa si envuelven el pescado en ella.

 @yastao

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