FLAGELÉMONOS
Si la
verdad es amarga, vomítala.
Ante el escándalo que hasta ahora hacen los
medios por las desapariciones de jóvenes en Colombia, se me exacerba el espíritu y comienza a rememorar lo que he
escrito, casi clandestinamente, sobre los horrores que hemos padecido en las
provincias por el éxodo de la juventud en flor que se fue a los campos a
sembrarlos de muerte, por la paga.
Siempre nos escudamos en la conmiseración
cuando somos sorprendidos en flagrancia, por ello, las madres de los muchachos
que aparecen muertos se mezan los
cabellos ante las cámaras, creyendo que así engañarán a su conciencia y al colectivo, que también
sabía, pero callaba y otorgaba.
No puedo asegurar que todas las madres de los
vasallos al servicio de ruines hombres, renovables, ahora nos consta, estaban
enteradas de las andanzas de sus vástagos, mas como madre sé que algunos
gérmenes infames los inoculamos nosotras.
Algunas acompañaron y celebraron a sus nenes
cuando le aplicaron las primeras patadas a un perro y cuando aprendieron a
manejar un arma y la llevaron a la casa nada dijeron. Llegaron la primera vez
con las botas y la camisa pringadas de sangre y no los interrogaron, se
levantaron más temprano para lavarles la ropa, limpiar los zapatos y hacerles
un desayuno bien trancado.
Aquí les va una de las arengas que escribí,
presa de la desesperación e indignación cuando me enteré de una de las cientos
de masacres logradas por los hombres de mi patria:
¡USTED ES LA MADRE!
No se haga la mártir, ni derrame lágrimas
ardientes en público, puesto que usted sabe muy bien en privado, todas las
arbitrariedades que le soportó a su engendro para que no llorara, primero; para
que no gritara, después; para que no le pegara, ahora.
Reconozca que cada vez que llegaba a la casa
con un objeto costoso, jamás le indagó a fondo sobre su procedencia, porque
pensó que al menos el nene comenzaba a defenderse en la vida.
Usted, mi homóloga, no se molestó en enseñarle
las sendas dignas que alguna vez recibió de sus progenitores, porque las
telenovelas la absorben y además tiene que dedicarle tiempo a la charla
insustancial con sus amigas.
A usted, madre de ese hombre armado, dispuesto
a matar o a morir, se le olvidó
inculcarle el respeto a sus semejantes, el temor de Dios, sí, ese mismo al que
usted clama por la seguridad de su hijo cada vez que desaparece para cometer
sus crímenes.
Y una vez que retorna, usted, infame criatura
¡da gracias a Dios y a su santa madre!
Y no se le olvide el terror que siente al qué
dirán, que por ello es que consigue a diario el periódico, para leer
detenidamente la página judicial, por si acaso; y una vez aliviada, critica a
fondo, en público y a voz en cuello, las infamias de los hijos ajenos.
Hipócrita y perversa es usted, que formando
parte de un inmenso y execrable sistema, lo refuta, lo sepulta, tal como hacen
los gatos con su porquería.
Seguiría con otras arengas, pero cansona no
quiero ser, algunos títulos son:
1.
Joven hombre, gran asesino.
2.
Nosotros, escritores.
3.
Gobernantes.
4.
Novias, amantes, amigas.
5.
Autoricemos la verdad.
Cuando pueda, imprimiré toda la obra que
titulé CAOS, para repartirla en el
mercado público, tal vez la lleven a casa si envuelven el pescado en
ella.
@yastao
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