NO SÉ SI
REÍR O LLORAR
Me asomo a las ventanas que la gente de mi país abre en las
redes, atisbo sin ninguna vergüenza, alegre porque ellos quieren mostrar lo que
en su interior les preocupa, para que nos aprovechemos de sus lecturas, así
ahorramos tiempo de buceo.
Ahora es posible la soledad con compañías que no alteran el
ritmo que queramos imprimirle a la vida, es un período exquisito para los que
leen, piensan y escriben.
Más, hay algunos personajes que descuellan, especialmente por
la insistencia con la que publican una y otra vez el mismo contenido, como si
quisieran vacunarnos contra algún mal que sólo* ellos perciben desde su
infinita futilidad.
Mea culpa, en el párrafo anterior me atrevo a señalar para
mal al que quiere insuflar lo que sea por su red, soslayando mi trivialidad,
para creer que lo que escribo en este instante (11.00 pm) es trascendental.
No, es mi ego tratando de escribir una página para así
imaginar que aún soy una escritora, a pesar de las fatalidades que me han
obligado a ser pragmática, tragando las lágrimas con el primer y último café
del día.
Cada minuto que transcurre me acerca a la muerte, y ni aún
así adquiero consciencia de que tengo que escribir para alguien en el futuro,
para indicarle con paciencia y ternura ¡Que somos perecederos! Por tanto, hay
que disfrutar plenamente cada segundo de esta encarnación, sin que nos afecten
los sucesos del clima –casi siempre hablamos de ello-.
Cada día acarrea con él el trabajo de otros solitarios de los cuales me nutro, me estoy
convirtiendo en devoradora de ideas emanadas del sufrimiento y constancia de
miles de personas que se esfuerzan por dejar rastro de su paso por la
Tierra, y yo aquí, leyendo y juzgando como si fuera mi único destino.
Escribo esta confesión pública porque ya pasó hace decenios
el tiempo en el que creía que arrodillándome ante un hombre para relatarle
todos mis pormenores, a los que le daba la pátina de pecado para que él tuviera
la oportunidad de absolverme con dos ramalazos de su mano derecha y unas palabras
repetidas a millones de personas como yo: te absuelvo de todos tus pecados, en
el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo; reza un padrenuestro.
He cambiado de táctica para purgar mis pecados, escribo este
blog en el que consigno semanalmente más o menos cuatrocientas palabras. La
absolución llega lentamente, cada vez que alguien lo comparte por compasión suprema.
*No le hago caso a la academia, así que seguiré poniéndole la
tilde a sólo, me llené de
valor leyendo el último libro de mi
compatriota William Ospina: ‘Pa´ que se acabe la vaina’.
@yastao
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