domingo, 23 de marzo de 2014

NO SÉ SI REÍR O LLORAR

NO SÉ SI REÍR O LLORAR
Me asomo a las ventanas que la gente de mi país abre en las redes, atisbo sin ninguna vergüenza, alegre porque ellos quieren mostrar lo que en su interior les preocupa, para que nos aprovechemos de sus lecturas, así ahorramos tiempo de buceo.
Ahora es posible la soledad con compañías que no alteran el ritmo que queramos imprimirle a la vida, es un período exquisito para los que leen, piensan y escriben.
Más, hay algunos personajes que descuellan, especialmente por la insistencia con la que publican una y otra vez el mismo contenido, como si quisieran vacunarnos contra algún mal que sólo* ellos perciben desde su infinita futilidad.
Mea culpa, en el párrafo anterior me atrevo a señalar para mal al que quiere insuflar lo que sea por su red, soslayando mi trivialidad, para creer que lo que escribo en este instante  (11.00 pm) es trascendental.
No, es mi ego tratando de escribir una página para así imaginar que aún soy una escritora, a pesar de las fatalidades que me han obligado a ser pragmática, tragando las lágrimas con el primer y último café del día.
Cada minuto que transcurre me acerca a la muerte, y ni aún así adquiero consciencia de que tengo que escribir para alguien en el futuro, para indicarle con paciencia y ternura ¡Que somos perecederos! Por tanto, hay que disfrutar plenamente cada segundo de esta encarnación, sin que nos afecten los sucesos del clima –casi siempre hablamos de ello-.
Cada día acarrea con él el trabajo de otros  solitarios de los cuales me nutro, me estoy convirtiendo en devoradora de ideas emanadas del sufrimiento y constancia de miles de personas que se esfuerzan por dejar rastro de su paso por la Tierra, y yo aquí, leyendo y juzgando como si fuera mi único destino.
Escribo esta confesión pública porque ya pasó hace decenios el tiempo en el que creía que arrodillándome ante un hombre para relatarle todos mis pormenores, a los que le daba la pátina de pecado para que él tuviera la oportunidad de absolverme con dos ramalazos de su mano derecha y unas palabras repetidas a millones de personas como yo: te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo; reza un padrenuestro.
He cambiado de táctica para purgar mis pecados, escribo este blog en el que consigno semanalmente más o menos cuatrocientas palabras. La absolución llega lentamente, cada vez que alguien lo  comparte por compasión suprema.
*No le hago caso a la academia, así que seguiré poniéndole la tilde a sólo, me llené de valor leyendo el último libro de  mi compatriota William Ospina: ‘Pa´ que se acabe la vaina’.
@yastao


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