sábado, 1 de marzo de 2014

NO TE EQUIVOQUES DE BUS


Para terminar los estudios debía asistir a clases en mi antiguo colegio, en la ciudad blanca y dorada, me iba en bus, qué cambio, me gustó, miraba la gente que se subía y la analizaba despiadadamente desde la punta del zapato hasta el aura que emanaba, casi adivinaba lo que engulló deprisa en el desayuno, casi sabía que en su casa no había toallas limpias, que el jabón de baño lo encontraba con lupa, por la forma de poner los píes sabía si sentía vergüenza de sus zapatos torcidos y remontados, por la manera de mirar por la ventanilla sabía si era feliz o si era un desgraciado. 

Posteriormente me di cuenta que equivocarse de bus significa sumergirse en la locura, él por qué, aún no lo sé, pero intuyo que el desprevenido ser que está acostumbrado a mirar un mismo paisaje durante cuatro  veces diarias, seis días a la semana, puede pensar lo que quiera, tiene la certeza de que el paisaje lo llevará a sitio conocidamente seguro, así se duerma, cuando despierte sabrá exactamente dónde está.

Pero si se equivoca de bus la cosa tiene ribetes dramáticos, al comienzo nota que la gente  no es la misma de siempre, pero piensa que todos se levantaron tarde o algo así, se abstrae y cuando mira a su alrededor y busca el inconfundible paisaje, se siente perdido, casi desea dar gritos de terror, con gran esfuerzo se domina y le pregunta al que va al lado, este bus para dónde va, cuando le da la ruta es Troya, el ciudadano hace que paren el bus los más rápidamente posible y se baja en un punto flotante de luz y casas desconocidas, mira a lado y lado con terror creciente y empieza a desesperar porque llegará tarde por primera vez en cinco años.

Mientras tanto, sus zapatos se han ensuciado, el pelo está en desorden, no sabe cómo pero sus ropas empiezan a tener el aspecto sucio y desgreñado de un refugiado. El colmo de la desgracia es cuando comienza a llover a cántaros y no hay en donde guarecerse,  no pasan taxis, y si pasan están ocupados, o usted no tiene más que el valor del pasaje, pero en otro bus.

Cuando llegue a su casa tarde en la noche, sin almorzar, con el alma en vilo porque de pronto lo echen del trabajo, y encima nadie le cree que se equivocó de bus y por eso no fue a la oficina ni a almorzar, para rematar, le dicen que no le guardaron comida porque se imaginaron que siendo tan tarde ya debería haber comido por fuera. 

Entonces usted decide no volver a distraerse cuando se monte en un bus, así parezca un tonto, verificará siempre la ruta como si la vida le fuese en ello, y si alguien le pregunta en el bus que para donde va, mire directamente a los ojos de la víctima y dígale: “No se baje, termine la ruta y regrese donde  cogió ésta, es lo más seguro” ¿cierto?

EL BUS Y LOS ENAMORADOS

Ella se subía al bus en la mañana y todos pensaban  que el día valía la pena vivirlo sólo por ver tanta maravilla junta. Tenía una belleza de ángel, tanta, que nadie podía dejar de mirarla en todo el trayecto, al bajarse del bus, el chofer esperaba que la vieran por espacio de medio minuto aproximadamente.

Al regreso hasta el paradero del bus, todos los seres adquirían formas idénticas, como de lobos con el cuello larguísimo y los ojos desorbitados, la boca anhelante. No sé si era consciente de que a su paso todo se detenía, bueno, en ese tiempo creo que no, más adelante sí que lo sabía y lo aprovechaba.

Había un muchacho del barrio La Campiña  que corría a velocidades pasmosas para alcanzar el bus donde ella viajaba. Recuerdo un día que lo dejó, cuando llegamos a la antigua estación del tren él estaba esperando ahí, jamás sabré a qué velocidad se desplazó, sólo sé que ese día se estableció una marca imbatible en atletismo.     

Pobre Orlando, creo que así se llamaba, era bello pero tenía la desgracia de vivir en un barrio obrero y eso mi hermana jamás se lo perdonaría. Yo sí, le perdonaría  todo con tal de ver tanta belleza junta: piel morena como el cobre,  cabello suave y liso que le caía sobre los ojos negros más bellos que he visto, dientes perfectos, casi tanto como los de mi hermana, siempre vestía jeans desteñidos muy apretados, camisa  blanca remangada casi hasta el hombro, a mí particularmente me encantaba tal desparpajo.

Desde entonces me empezaron a gustar los muchachos que se enamoraban de ella, yo no era su enemiga, no podía competir contra tanta belleza, era yo el ángel de la guarda que la libraba de las maldades mundanas.

Vuelvo al bus, copa repleta de pensamientos. Cuando te desplazas en él arreglas los problemas de tu casa, de tu patria y de tu continente con un gesto de impunidad que te confiere  el ser pasajero que no puede ser interrumpido en sus observaciones minuciosas de las edificaciones grises, de las caras grises, de los carros negros, de las calles sucias, de los avisos comerciales tan idénticos siempre, que cuando surge alguno nuevo los lees casi con devoción.

Los locos no pueden montar en bus. Te explicaré por qué: casi siempre cogen el que no es y se pierden por un tiempo indeterminado en el espacio tiempo de otros seres. No entienden los avisos, los tonos de los vestidos de los pasajeros les confunden aún más. Así que al alterarse la rutina de los colores, su mente se pierde de la impunidad que le confiere la rutina y lo obliga a mirar el entorno con el desespero de un niño perdido entre la multitud. Aconsejo a las personas predispuestas a la locura que lean muy bien el destino del bus, así se evitarán entrar al laberinto, es posible que se pierdan por unos cinco mil años tratando de encontrar el camino a la fortaleza de su alma.


EL PSIQUIATRA INTERPRETA


Aquí observo con nitidez  que el poder ser parte  de la colectividad le marcó la capacidad de análisis, no dejando por ello de desvariar e inventar historias sobre todos los personajes que abordaban su vida.

Algunos de sus comentarios sobre este medio de transporte nos lleva a la certeza de que su espíritu divagaba  casi constantemente, es posible que sintiera algunos complejos de inferioridad, pero sintiéndose eterna ante sí misma, aprendió a manejar su ego desde adentro para más adentro, no dejando resquicio por el que alguien pudiera entrar.

@yastao



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