miércoles, 23 de octubre de 2013

LA ENEMIGA





 Pasados los cincuenta años de vida orgánica no hay mucha diferencia entre el rostro de una vieja y un viejo, son lo que son, y si somos escritores, pues con mayor razón, porque las ideas, los pensamientos, los sueños, carecen de identidad de género, el espíritu es tuyo, mío, nuestro, esté donde esté.

Algún día, cuando recorra estas páginas, lo más probable es que las destruya, o a lo mejor las corrija y las guarde para que alguien, alguna vez, se informe de lo que puede escribir una voluntad que se aferra al lápiz, mientras las almas que flotan en su entorno están vagando frente al televisor, fabricado por millares de millones, para alejarnos del análisis, del sentimiento creador. Es el catálogo del mundo en que habitamos, nada es tangible, todo es reversible, la sangre no espanta, y la carne y el sexo se ven como formas de vidas ideales, sin malos olores.

Me llama otra alma solitaria, quiere que le revise un nuevo cuento, y yo feliz, me pagan para que me zambulla en sus almas, me gusta tanto como cuando escuchaba a escondidas la música que disfrutaban mis mayores. Es maravilloso poder habitar en los sueños y requerimientos de los demás, eso de ser corrector de otros escritores es maravilloso, yo te corrijo ¿Sabes quien soy?

Ellos llevan dos horas frente al televisor y  he escrito en ese lapso ocho páginas dictadas por el espíritu, dime, ¿Será que ellos son más felices? No lo creo, porque cuando dentro de otras dos horas  se acuesten con los ojos enrojecidos y el alma taciturna de tanta irrealidad, yo seguiré habitando dentro de mí, porque en los sueños también escribo, vivo unas visiones casi perfectas obras de arte; me gustaría poder narrarlas, pero no, es imposible, soy habitante de ellos por cortos intervalos brillantes, vibrantes, inenarrables, concisos, maravillosos; son míos, de nadie más.

Tampoco los entenderían, así que mejor ni hago el esfuerzo para recrearlos, ellos son mi refugio, me los merezco, son como una especie de sexta dimensión, es como si me trasladara a un lugar en el que los dolores dejan de existir, donde me habito sin permiso de nadie, sin requerimientos de tiempo ni de espacio para otros, soy espectadora, protagonista, parte de un elenco que ignora que estoy con ellos; por tanto, nadie finge, son perfectos, pletóricos. No mienten en sus maneras, en su vestuario, en sus risas, en sus parlamentos, son fantásticos, son míos. Como los compañeritos de juego imaginarios de la niñez, nada hacen para fastidiarme porque están hechos a la medida de mis necesidades ambientales y mentales.

Hoy escribí, qué bueno, me erguí sobre el dolor, y dejé que mi espíritu se vaciara de su realidad, siempre acompasada con los sonidos que se inventan para las propagandas de la televisión, ellos están en otra dimensión, desconocida para mí, como para ellos la mía es absurda.

Así que al fin constato que existen varias dimensiones, y que los habitantes de una casa  viven en diferentes escalas de espacio – tiempo. Así, comprendido, asumiré su dimensión televisiva.

Habitaré  todo el tiempo en la mía, y no penetraré en la suya, que tampoco ellos intenten  traspasar mi dintel, de todas maneras no les interesará. Estarán muy ocupados manejando las medidas especificadas en la física, en la ciencia de lo tangible, ni siquiera saben que serán trasladados donde quiera que decida el matemático o el cibernético que les manipula la esencia, allá ellos, yo aquí, en la sencilla magnitud del pensamiento, seré luz, quiero eso: abandonar el cuerpo físico, pero sin dejar de leer, pensar y escribir.

Cuando no pueda porque me estará vedado, aprenderé a percibir los pensamientos de todo ser que transite cerca, no estaré bloqueada por la desaparición del cuerpo este que ahora me estorba con inmensos dolores animales. Lo extraño es que esos sufrimientos vivifican, antiguamente era corriente que usaran cilicios,  para erigir el espíritu por encima de la materia (descubrí el agua tibia).

@yastao



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