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El hombre del bacalao
No sé cuántos años lleva en la América del Sur, en cada
tienda de cada barrio de cada ciudad, la venta de la Emulsión de Scott, pero
puede usted sacar cuentas: nací en 1949, y para entonces en la casa paterna
siempre estaba entronizado el frasco ámbar, de vidrio, la etiqueta sigue siendo
la misma, y su sabor, el tradicional, aún hoy me remonta a las lejanas jornadas
de la infancia. El frasco odiado reposaba junto al también inmortal Almanaque
Bristol, el frasco azul de la leche de magnesia Philips, y el colirio eyemo.
Casualmente, todos son de procedencia norteamericana.
El señor Álvaro Uribe Vélez, ha sido el
más autóctono de todos los presidentes que hemos tenido. Se ha complacido en
ser montañero en los mejores salones de Colombia y el mundo; la familia
presidencial en pleno es altamente vernácula y ni siquiera intenta cambiar de
estilo, por el contrario, parece que están imponiendo la moda de tener un aire
de gente común de los años cuarenta.
Y eso no está mal, por el contrario,
nos pone en el sitio exacto que no debimos haber abandonado para aparentar ser
rubios y con aires de príncipes europeos, gastando miles de millones de pesos
en tintes, maquillaje y vestuario, pensando que por ello no nos van a tratar
como ‘sudacas’, cuando viajemos por el primer mundo... el pasaporte hay que
mostrarlo.
Últimamente he escuchado en demasiadas
ocasiones que el presidente nuestro, hace elogio de las virtudes de la emulsión
de Scott, por todos los medios, sin pedir permiso, usándolos sin pagar pauta, y
se me ha clavado una espina que me está haciendo llaga ¿será que tiene contrato
de publicidad pagado por la Boehringer Ingelheim S.A.?
Es que no es posible que un hombre tan
preparado como él no sepa que está incurriendo en el pecado que los periodistas
conocen como la “Payola”, y que es difícil de probar, porque no se suscribe un
contrato firmado, ni bobos que fueran...
Una amiga me ha dicho que peco por mal
pensada, que lo que nuestro presidente está haciendo es enviando mensajes
subliminales a la población para que incluya en la canasta familiar el
suplemento vitamínico.
Coticé en algunas droguerías, y el
precio del frasco mediano es de nueve mil pesos, y el grande es de once mil
doscientos. Voy a adquirir uno para ver cuántos días durará el contenido, si
debo tomar una cucharada al día; pero sin mucho análisis, sí nos sale más
barato que el pescado.
Supongamos que el cincuenta por ciento
de la población que votó en las elecciones del domingo, aproximadamente
diecisiete millones, comprara un frasco al mes, serían 8.500.000 personas
multiplicado por nueve mil pesos... es mucha plata, y multiplique por los doce
meses que tiene el año y asómbrese de la suma.
El presidente, con un 5% mensual que le
pagara de comisión la fábrica, tendría asegurada la subsistencia de miles de
colombianos que no tienen empleo, ni casa, ni estudio; y no tendría que andar
rogándole a nadie para que le preste dólares.
COLUMNA PARA
EL MIÉRCOLES 31 DE OCTUBRE DE 2001. favor dejarla así, sencilla como mi abuela.
Abrazos de @yastao
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