Aquí,
abril 15 de 1987
Amada
hermana Rosa:
Hoy
es un día especial... descubrí que los seres humanos muy cercanos no son
verdaderos hermanos, ni novios, ni esposos, ni tíos, ni siquiera amigos: son
rivales, como fieras, por la posesión de bienes materiales
sustituibles.
Pero
dime tú, hermana, qué puedo esperar de la humanidad, yo, alma perecedera que
trata de trascender para no morir de tristeza, escribiendo esto para que tú
algún día puedas decir que me conociste, que viste el alma atormentada por una
ignominia continuada de un ser carcomido por las penurias olvidadas hace centurias
por los seres que vuelan con la imaginación.
Mírame,
mírate, y dime si tiene algo de lógico que haya una persona que al asomarse a
nuestros ojos alma, no entienda que la
materia también puede ser inmortalizada por la mirada inenarrable y
aterciopelada de una mujer madre
hermana hija.
Observo
a la humanidad masculina de este siglo a fenecer, le grito al rostro que hoy,
Día del No Maltrato a la Mujer
(es decir, que sólo tenemos un día de asueto al año) inventado por ellos para
abstenerse de dar una tunda física o moral a las bestias encerradas en
cualquier cubículo de este mundo que está muriendo a punta de insensibilidad y
carencia de amor verdadero ¿qué haremos
los demás días?... son trescientos sesenta y cuatro... ¿Nos esconderemos debajo
de la cama a esperar que ese macho malvado, y sin trazas de espíritu inmortal,
se ausente del hábitat para salir como perras regañadas a hacerle la comida que
engullirá sin decirte que sabroso te quedó este bocado de amargura refrenada y
humillada?.
Malvados seres sin conciencia de lo que es la
verdadera dignidad olorosa a ajo y cebolla mezclada con lágrimas de amor hacia
los frutos mal tenidos, inicuos seres de tres patas que dominan la conciencia
vencida de una pobre alma con un requiebro o una caricia apropiada en el
trasero. Mujer elemental, permites que
tu alma sea vencida por el rasero del trasero.
Te
recuerdo siempre,
Adriana
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