DESDE MI COCINA
Por Silvia Betancourt Alliegro
HAY AMERICANOS DEL NORTE, UNIVERSALES...
Ante el asombro, el desconcierto y el
abatimiento que nos deja la muerte de un
ser cercano, he encontrado ventanas mentales que quiero mostrar a ustedes,
precisamente porque habitamos en un país de desaparecidos por manos asesinas ¿o
predestinadas?
Primero, quiero presentarles a Neale
Donald Walsch, norteamericano de pura cepa, un individuo entre el montón, quien ha escrito una trilogía: Conversaciones
con Dios, que nos devuelve
a la plenitud de sabernos eternos, por tanto aleja el rastro del temor a la
muerte, que es lo que no nos deja ser felices.
En forma de diálogos, nos sumerge en el estudio de las
religiones y sus connotaciones en nuestros mitos (que no nos permiten habitar en el presente); y con
sencillez apabullante nos conduce hacia la filosofía, sin ostentaciones,
suavemente.
Ahora leamos sobre lo que nos aterra: “La
vida no puede darse a ti, si no comprendes la muerte. Debes hacer algo más para
comprenderla. Debes amarla, incluso como amas la vida. Tu tiempo con cada
persona se glorificará, si piensas que fue tu último momento con esa persona.
Tu experiencia de cada momento mejorará sin medida. Tu negativa a contemplar tu
propia muerte conduce a tu negativa a contemplar tu propia vida. No la ves como
es. Pierdes el momento y todo lo que éste tiene para ti. Miras al pasado, en
lugar de ver a través de él. La muerte debería enseñarte lo que es real en la
vida. La vida te enseña que lo que es inevitable no es la muerte, sino lo
transitorio. Lo transitorio es la única verdad. Nada es permanente. Todo está
cambiando, en cada instante, en cada momento”.
“Si ves la flor como si estuviera
muriendo, la verás con tristeza. No obstante, si ves la flor como parte de un
árbol completo que está cambiando y que pronto dará frutos, verás la verdadera
belleza de la flor. Cuando comprendas que el florecer y marchitar de la flor es
una señal de que el árbol está listo para dar frutos, entonces comprenderás la
vida”.
Sin duda, el autor se ha nutrido de
otros, y como los libros lo buscan a uno cuando está listo para beberlos, me
han prestado (tengo pocas, pero muy generosas amistades) las obras completas de Walt Whitman, y me
encuentro con su grandeza sin límites, que quiero compartir con ustedes:
“¿Alguien deseaba ver el alma?
Mira tu propia constitución, tu
aspecto, las personas, las sustancias, las bestias, los árboles, los fluyentes
ríos, las rocas y la arena.
Todo ello encierra en sí alegrías
espirituales que luego pierde.
¿Cómo puede el cuerpo real morir y ser
enterrado?
Tu cuerpo verdadero y el verdadero
cuerpo de cualquier hombre o de cualquier mujer escapará, parte por parte, de
las manos de los limpia cadáveres para refugiarse en su adecuada esfera
llevándose lo que ha adquirido desde el momento de nacer hasta el momento de
morir”.
Desde luego que Whitman también se
nutrió de otros, personalmente pienso que la Escolástica lo marcó.
Esta gente, de pensamiento universal,
transferible a cualquier época o nación, es parte del imperio de la era
moderna, querámoslo o no, y me pregunto: ¿Cómo sería nuestro mundo suramericano
si el imperio fuera alemán, japonés, o
inglés; o si la religión dominara del todo nuestras vidas, como sucede en
oriente?
@yastao
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