Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt
Alliegro
LOS TLC: LA TERCERA
REVOLUCIÓN
La aparición de las
microempresas, o empresas familiares que el gobierno ha incentivado no es un
invento nacional, proviene de las transformaciones de la descentralización de las
multinacionales que implica que el capitalista no debe preocuparse por hacer
gastos en infraestructura y su mantenimiento, además del personal constante,
sino que traslada esas responsabilidades a los hogares de los trabajadores, que
por su cuenta y riesgo deben asimilar los costos de producción, es decir, que
el pueblo raso facilita a los negociantes sustituir capital circulante por
capital fijo.
Y como es un experimento en
plena etapa de implantación, aún ignoramos sus implicaciones totales, así estemos
viviendo la pauperización de la humanidad, con sus contundentes secuelas... a
lo mejor los opulentos someten la conciencia soslayando una realidad
irrebatible: si no hay dinero circulante tampoco hay consumidores -exceptuando
el renglón de los alimentos- porque es que sin comer pues no hay fuerzas para
producir, pensar y penar.
La revolución de esta era es
informática, ya el obrero no alquila su fuerza bruta, tiene que conocer y
comprender al menos los aspectos básicos de ingeniería de sistemas, más no por
ello deja de ser obrero, así su mente y su cuerpo pertenezcan a un sistema que
(aún) no ha podido abolir totalmente al individuo del proceso de producción.
Todos esos seres que han
estudiado en Harvard – para poner sólo un ejemplo- lograron, en menos de veinte
años, anular la posibilidad de asociación de
los trabajadores, derrotaron lo gregario que venía impreso en los genes
de los seres vivos ¡rompieron la cadena natural! y además, lograron el
retroceso de todas las conquistas de la clase trabajadora, actualmente se usa,
como en la Primera
Revolución Industrial, la jornada laboral de tiempo
indeterminado…y si no le interesa, pues váyase, que afuera hay larga fila de
dónde escoger.
Que no nos vengan a endulzar
la amargura afirmando que las empresas multinacionales que usan el rebaño, son
la redención total de los pueblos del Tercer Mundo, que si se instalan en
nuestros territorios serán la bendición casi divina, que es lo que un señor
flaco, blanco y desgarbado, standard del Gringo nos explicó, a la manera de
Cantinflas, por la televisión estatal el viernes pasado, sobre los beneficios
del TLC.
Los trabajadores de las
zonas de libre comercio son súper explotados, no tienen ninguna protección
social, y son desdichadamente inestables porque las multinacionales montan y
desmotan empresas teniendo en cuenta el vaivén de sus negocios. Por ello
resulta doloroso y paradójico que los gobernantes de nuestros territorios
consideren que la vinculación del capitalismo mundial por medio de los Tratados
de Libre Comercio, es el mecanismo ideal para la consolidación de una economía
exportadora de gran beneficio para los compatriotas, sabiendo que los
trabajadores devengan salarios miserables, y soportan jornadas dobles sin
reconocimientos monetarios adicionales.
Creo, aún no lo puedo
sustentar, que los gobiernos están violando las respectivas Constituciones
Políticas, porque no proporcionan a los
individuos un Estado de Bienestar. En el caso de Colombia, en el Título I que
trata de los principios fundamentales, Artículos 1 y 2, que deberíamos aprender
de memoria tal como lo hicimos con el Padre Nuestro, están afincadas nuestras
esperanzas, como aquella que en alguna parte dice: “…fundada en el respeto de
la dignidad humana…”.
Quienes detentan el poder político viven de espaldas al pueblo y pareciera que su compromiso real es con el poder que realmente maneja al mundo: El económico. Los gobernantes cuidan más la estabilidad del capital que la de un buen nivel de vida para eñ pueblo. Es la forma que tienen de mantener sus migajas de poder que a su vez les permite la satisfacción de sus ambiciones personales.
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