Cartagena,
octubre 15 de 1987
Recordada
Elvira:
Estarás
sorprendida de que te escriba, pero es casi una obsesión hacerlo, desde que fui
a visitar a Adriana por motivo del nacimiento de su hija, a mí personalmente me
quedaba más fácil llegar hasta la ciudad donde se ha refundido, que a
cualquiera de los otros diez hermanos.
Llegué,
la encontré hasta bonita para estar recién parida, la maternidad le ha quitado
del todo ese aspecto de ave rapaz y capaz de ser inteligente, cosa que no se le
perdona fácilmente a una mujer sin ancestros intelectualmente valiosos.
Tu
sabes que el trabajo en el mar no es fácil, así que para mí es terrible
movilizarme, es que hasta salir a pleno sol a coger un taxi, para mí es
desagradable, sobre todo después de cumplir largas jornadas nocturnas; te
comento que estoy teniendo molestias en los ojos causadas por el exceso de sol
y de salitre.
Vuelvo
a Adriana, sus condiciones de vida son deplorables, no te alcanzas a imaginar
la pobreza y la soledad que la acompañan, para empezar, llegué y le pinté las
paredes sin siquiera cemento, de carburo blanco, el piso de cemento, al menos
no es de física tierra, lo pinté de verde pasto con vinilo, así que el ambiente
mejoró al menos para ella, que ahora se conforma con poco, ¿recuerdas cuando
vivía en Castillo Grande, en una casa amplia y preciosa, sus vestidos eran enviados a la lavandería, no se acostaba dos veces sobre la misma
sábana y sólo tenía que mandar y
recibir?.
No
sé si añora esos tiempos o disfruta de este ambiente miserable. Me parece que así es, he visto su andar de
reina en sus predios, se le ve la placidez con que inventa una repisa para la
cocina con una tabla recogida en la calle, se le ve feliz cocinando en una
cocina pobre y mal surtida, se le ve tierna amamantando a su hija, metida en
una camisa desechada por el padre de la criatura.
A
propósito, ni siquiera pude conocerlo, la había dejado en compañía de un primo
de él, para ir a Bogotá, no sé a qué, tampoco me interesó saberlo.
Te
escribo ahora para que me des la dirección del Doctor Solaz, quiero comunicarme
con él para hacerle algunas preguntas que tengo flotando entre ceja y ceja.
No
te olvides de responderme por algún medio, mi número telefónico es el mismo de
mi abuela, así que imagino lo tienes, apresúrate, no te distraigas en nada,
escríbeme a como dé lugar.
Perdona
los errores de mecanografía, no soy un experto.
Tu
hermano que te quiere,
Antonio
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