Desde mi cocina
Por Silvia
Betancourt Alliegro
Desde mi cocina
Por Silvia
Betancourt Alliegro
LA INOCENCIA PERVIVE
Los sucesos
cotidianos son los que, acumulados, le dan forma a la historia personal. Sin
ellos no podríamos amontonar vivencias, que son las que a fin de cuentas le dan
sabor, color, olor y musicalidad a los recuerdos.
Hay humanos que
desde su minifundio irradian luz a escala cósmica, son como faros perennes, sus
ancestros lo fueron antes que él. Lástima que la radiante cadena es
interrumpida por las circunstancias insoslayables del camino que se debe
recorrer, para volver a dormir lejos del mundo palpable que nos albergó y de
los encarnados que nos acompañaron en la travesía.
Ahora, tiempo
real, sólo sabemos de horripilantes hechos que
esparcen en derredor la pestilencia sepulta o incinerada de los mártires
anónimos colombianos para quien no escribimos elegías, pues no serán publicadas
porque sólo los personajes destacados desatan la algarabía de los medios y los
escritores narran para alguien allende hoy o mañana.
Nos
aferraremos, por tanto, a los últimos individuos míticos que por sus
características de temperamento y voluntad, todavía están encarnados,
obsequiándonos dosis de claridad, ternura y gracia acompañada de elegante y
fluida sencillez.
El trece de
mayo de 2009 dejó de acompañarnos un hombre que delineó con palabras usuales
–como hacen los mejores pensadores- el carácter del hombre caribe colombiano,
producto neto del sincretismo.
El colombiano
de antaño era culto así no supiera leer y escribir; bondadoso y justo;
valiente; heroico; perfectamente natural y cargado de gracia en sus modales
ante las damas (aún hay uno que otro ejemplar refundido en las zonas rurales
especialmente).
Sólo un humanista
de antaño, libre de toda sospecha sobre sus preferencias sexuales, pudo haber
descrito para que lo cantaran a grito herido todos los hombres del mundo que
conocemos hoy, mañana y siempre, lo que puede sentir un amigo por otro, tocando
solamente los linderos de lo sacramental.
También lo hace
un cantante como el mejicano Juan Gabriel, que contribuyó con su himno al amor
entre individuos del mismo sexo y que entonan los hombres suramericanos sin
sonrojarse, porque su letra es para andróginos.
¿Tendrá que
esforzarse demasiado para saber de quién le hablo? Claro que no, es de Rafael
Escalona Martínez, historiador de lo verdaderamente trascendente para el
espíritu colectivo de la humanidad entera: la inocencia, que pervive a pesar de
los crímenes que contra la humanidad se cometen.
COLUMNA PARA EL
MIÉRCOLES 20 DE mayo de 2009. Un abrazo fuerte de: Yastao.
Silvia Betancourt Alliegro
Los sucesos
cotidianos son los que, acumulados, le dan forma a la historia personal. Sin
ellos no podríamos amontonar vivencias, que son las que a fin de cuentas le dan
sabor, color, olor y musicalidad a los recuerdos.
Hay humanos que
desde su minifundio irradian luz a escala cósmica, son como faros perennes, sus
ancestros lo fueron antes que él. Lástima que la radiante cadena es
interrumpida por las circunstancias insoslayables del camino que se debe
recorrer, para volver a dormir lejos del mundo palpable que nos albergó y de
los encarnados que nos acompañaron en la travesía.
Ahora, tiempo
real, sólo sabemos de horripilantes hechos que
esparcen en derredor la pestilencia sepulta o incinerada de los mártires
anónimos colombianos para quien no escribimos elegías, pues no serán publicadas
porque sólo los personajes destacados desatan la algarabía de los medios y los
escritores narran para alguien allende hoy o mañana.
Nos
aferraremos, por tanto, a los últimos individuos míticos que por sus
características de temperamento y voluntad, todavía están encarnados,
obsequiándonos dosis de claridad, ternura y gracia acompañada de elegante y
fluida sencillez.
El trece de
mayo de 2009 dejó de acompañarnos un hombre que delineó con palabras usuales
–como hacen los mejores pensadores- el carácter del hombre caribe colombiano,
producto neto del sincretismo.
El colombiano
de antaño era culto así no supiera leer y escribir; bondadoso y justo;
valiente; heroico; perfectamente natural y cargado de gracia en sus modales
ante las damas (aún hay uno que otro ejemplar refundido en las zonas rurales
especialmente).
Sólo un humanista
de antaño, libre de toda sospecha sobre sus preferencias sexuales, pudo haber
descrito para que lo cantaran a grito herido todos los hombres del mundo que
conocemos hoy, mañana y siempre, lo que puede sentir un amigo por otro, tocando
solamente los linderos de lo sacramental.
También lo hace
un cantante como el mejicano Juan Gabriel, que contribuyó con su himno al amor
entre individuos del mismo sexo y que entonan los hombres suramericanos sin
sonrojarse, porque su letra es para andróginos.
¿Tendrá que
esforzarse demasiado para saber de quién le hablo? Claro que no, es de Rafael
Escalona Martínez, historiador de lo verdaderamente trascendente para el
espíritu colectivo de la humanidad entera: la inocencia, que pervive a pesar de
los crímenes que contra la humanidad se cometen.
Silvia Betancourt Alliegro
Bella nota Silvia. Mucha falta nos hace este grado de tolerancia en un país donde la violencia verbal se ha vuelto señal común de intransigencia con lo diferente.
ResponderEliminar@luisfo1951 en Twitter
Muy agradecida Luis Fernando, por el tiempo que te tomaste para leer mi entrada. Me incentivas para que siga pensando y escribiendo sobre lo que somos (lo bueno, lo malo, lo feo) que de esto tienen todas las parcelas del planeta Tierra.
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