miércoles, 21 de agosto de 2013

LA INOCENCIA PERVIVE

Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro

Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro

LA INOCENCIA PERVIVE

Los sucesos cotidianos son los que, acumulados, le dan forma a la historia personal. Sin ellos no podríamos amontonar vivencias, que son las que a fin de cuentas le dan sabor, color, olor y musicalidad a los recuerdos.

Hay humanos que desde su minifundio irradian luz a escala cósmica, son como faros perennes, sus ancestros lo fueron antes que él. Lástima que la radiante cadena es interrumpida por las circunstancias insoslayables del camino que se debe recorrer, para volver a dormir lejos del mundo palpable que nos albergó y de los encarnados que nos acompañaron en la travesía.

Ahora, tiempo real, sólo sabemos de horripilantes hechos que  esparcen en derredor la pestilencia sepulta o incinerada de los mártires anónimos colombianos para quien no escribimos elegías, pues no serán publicadas porque sólo los personajes destacados desatan la algarabía de los medios y los escritores narran para alguien allende hoy o mañana.

Nos aferraremos, por tanto, a los últimos individuos míticos que por sus características de temperamento y voluntad, todavía están encarnados, obsequiándonos dosis de claridad, ternura y gracia acompañada de elegante y fluida sencillez.

El trece de mayo de 2009 dejó de acompañarnos un hombre que delineó con palabras usuales –como hacen los mejores pensadores- el carácter del hombre caribe colombiano, producto neto del sincretismo.
El colombiano de antaño era culto así no supiera leer y escribir; bondadoso y justo; valiente; heroico; perfectamente natural y cargado de gracia en sus modales ante las damas (aún hay uno que otro ejemplar refundido en las zonas rurales especialmente).

Sólo un humanista de antaño, libre de toda sospecha sobre sus preferencias sexuales, pudo haber descrito para que lo cantaran a grito herido todos los hombres del mundo que conocemos hoy, mañana y siempre, lo que puede sentir un amigo por otro, tocando solamente los linderos de lo sacramental.

También lo hace un cantante como el mejicano Juan Gabriel, que contribuyó con su himno al amor entre individuos del mismo sexo y que entonan los hombres suramericanos sin sonrojarse, porque su letra es para andróginos.

¿Tendrá que esforzarse demasiado para saber de quién le hablo? Claro que no, es de Rafael Escalona Martínez, historiador de lo verdaderamente trascendente para el espíritu colectivo de la humanidad entera: la inocencia, que pervive a pesar de los crímenes que contra la humanidad se cometen.
COLUMNA PARA EL MIÉRCOLES 20 DE mayo de 2009. Un abrazo fuerte de: Yastao.


Silvia Betancourt Alliegro

Los sucesos cotidianos son los que, acumulados, le dan forma a la historia personal. Sin ellos no podríamos amontonar vivencias, que son las que a fin de cuentas le dan sabor, color, olor y musicalidad a los recuerdos.

Hay humanos que desde su minifundio irradian luz a escala cósmica, son como faros perennes, sus ancestros lo fueron antes que él. Lástima que la radiante cadena es interrumpida por las circunstancias insoslayables del camino que se debe recorrer, para volver a dormir lejos del mundo palpable que nos albergó y de los encarnados que nos acompañaron en la travesía.

Ahora, tiempo real, sólo sabemos de horripilantes hechos que  esparcen en derredor la pestilencia sepulta o incinerada de los mártires anónimos colombianos para quien no escribimos elegías, pues no serán publicadas porque sólo los personajes destacados desatan la algarabía de los medios y los escritores narran para alguien allende hoy o mañana.

Nos aferraremos, por tanto, a los últimos individuos míticos que por sus características de temperamento y voluntad, todavía están encarnados, obsequiándonos dosis de claridad, ternura y gracia acompañada de elegante y fluida sencillez.

El trece de mayo de 2009 dejó de acompañarnos un hombre que delineó con palabras usuales –como hacen los mejores pensadores- el carácter del hombre caribe colombiano, producto neto del sincretismo.
El colombiano de antaño era culto así no supiera leer y escribir; bondadoso y justo; valiente; heroico; perfectamente natural y cargado de gracia en sus modales ante las damas (aún hay uno que otro ejemplar refundido en las zonas rurales especialmente).

Sólo un humanista de antaño, libre de toda sospecha sobre sus preferencias sexuales, pudo haber descrito para que lo cantaran a grito herido todos los hombres del mundo que conocemos hoy, mañana y siempre, lo que puede sentir un amigo por otro, tocando solamente los linderos de lo sacramental.

También lo hace un cantante como el mejicano Juan Gabriel, que contribuyó con su himno al amor entre individuos del mismo sexo y que entonan los hombres suramericanos sin sonrojarse, porque su letra es para andróginos.

¿Tendrá que esforzarse demasiado para saber de quién le hablo? Claro que no, es de Rafael Escalona Martínez, historiador de lo verdaderamente trascendente para el espíritu colectivo de la humanidad entera: la inocencia, que pervive a pesar de los crímenes que contra la humanidad se cometen.


Silvia Betancourt Alliegro

2 comentarios:

  1. Bella nota Silvia. Mucha falta nos hace este grado de tolerancia en un país donde la violencia verbal se ha vuelto señal común de intransigencia con lo diferente.
    @luisfo1951 en Twitter

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    1. Muy agradecida Luis Fernando, por el tiempo que te tomaste para leer mi entrada. Me incentivas para que siga pensando y escribiendo sobre lo que somos (lo bueno, lo malo, lo feo) que de esto tienen todas las parcelas del planeta Tierra.

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