Desde Mi Cocina
Por Silvia Betancourt
Alliegro
LA IRA COMO TÉCNICA
La manifestación pública de
la ira puede originarse por muchos eventos; por ejemplo: disposición genética,
por el ambiente social y psicológico, poca autoestima, por ser sorprendido in fraganti,
entre otros; pero es también un recurso teatral que se puede esgrimir como
arma.
Personalmente creo que el
que monta en ira se la está jugando al todo o nada; es una red que expande para
capturar y horrorizar al presunto agresor, para lograr unos propósitos poco
dignos.
Y tiene una contra emitida
desde los siete pecados capitales: contra la ira: templanza, que el actor
conoce, y que sabe usar cuando le conviene.
El factor sorpresa es
aprovechado por el iracundo, que al inmovilizar por el asombro a la víctima,
actúa a su amaño y conveniencia. Como es una manifestación primaria del
espíritu, se revela a grito herido, utilizando frases cortas y malvadas que son
como lazos para atrapar la mente obnubilada del agredido.
Está, además de la expresión
oral, la afirmación con todo el cuerpo físico de que se disponga, ahí, en esos
momentos, no hay enano que valga; su dimensión parece expandirse sin límite, al cenit. Es, en esos
instantes, el extraordinario caudillo que avasallará miles de almas que le seguirán
con temor y adoración, porque… ¡se comporta como un padre!
Sería algo prosaico detallar
con nombres propios toda la legión de jefes de Estado que han sojuzgado a sus
coetáneos y coterráneos por medio de esa perversa manifestación, pero yo sé que
usted sabe de sus proezas, está consciente de que han manipulado el devenir de
la humanidad incitando a la guerra perpetua, no han dejado resquicio por donde
atisbe la ternura y la buena voluntad, porque no son rentables en términos
mercantiles.
No sé qué hará un personaje
irascible cuando se encuentre en la soledad de su alcoba; pero me lo imagino
dándose golpes contra las paredes, insultando a la mesa de noche, partiendo la
lámpara a puñetazos, haciendo jirones las sábanas, mordiendo las patas de la
cama, y, si tiene la fortuna de poseer perro o esposa, arrastrándolos por el
pelo hasta que aúllen y se arrodillen humillados y aterrorizados, sirviéndole,
a posteriori, de alfombra en las noches frías.
Tendremos que emprender una
hazaña: un manual para manipular al manipulador, estoy segura de que la
humanidad del futuro nos lo agradecerá, pues habremos sentado las bases
para la verdadera liberación. Para
comenzar, podríamos intentar ignorarlo, como se hace cuando un nene quiere
conseguir todos sus deseos con berrinches, estoy casi segura de que eso
terminará por acendrar su malsana manía, y terminará con camisa de fuerza, sin
poderse arremangar.
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