miércoles, 21 de agosto de 2013

LA IRA COMO TÉCNICA

Desde Mi Cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro


LA IRA COMO TÉCNICA

La manifestación pública de la ira puede originarse por muchos eventos; por ejemplo: disposición genética, por el ambiente social y psicológico, poca autoestima, por ser sorprendido in fraganti, entre otros; pero es también un recurso teatral que se puede esgrimir como arma.

Personalmente creo que el que monta en ira se la está jugando al todo o nada; es una red que expande para capturar y horrorizar al presunto agresor, para lograr unos propósitos poco dignos.

Y tiene una contra emitida desde los siete pecados capitales: contra la ira: templanza, que el actor conoce, y que sabe usar cuando le conviene.

El factor sorpresa es aprovechado por el iracundo, que al inmovilizar por el asombro a la víctima, actúa a su amaño y conveniencia. Como es una manifestación primaria del espíritu, se revela a grito herido, utilizando frases cortas y malvadas que son como lazos para atrapar la mente obnubilada del agredido.

Está, además de la expresión oral, la afirmación con todo el cuerpo físico de que se disponga, ahí, en esos momentos, no hay enano que valga; su dimensión parece  expandirse sin límite, al cenit. Es, en esos instantes, el extraordinario caudillo que avasallará miles de almas que le seguirán con temor y adoración, porque… ¡se comporta como un padre!

Sería algo prosaico detallar con nombres propios toda la legión de jefes de Estado que han sojuzgado a sus coetáneos y coterráneos por medio de esa perversa manifestación, pero yo sé que usted sabe de sus proezas, está consciente de que han manipulado el devenir de la humanidad incitando a la guerra perpetua, no han dejado resquicio por donde atisbe la ternura y la buena voluntad, porque no son rentables en términos mercantiles.

No sé qué hará un personaje irascible cuando se encuentre en la soledad de su alcoba; pero me lo imagino dándose golpes contra las paredes, insultando a la mesa de noche, partiendo la lámpara a puñetazos, haciendo jirones las sábanas, mordiendo las patas de la cama, y, si tiene la fortuna de poseer perro o esposa, arrastrándolos por el pelo hasta que aúllen y se arrodillen humillados y aterrorizados, sirviéndole, a posteriori, de alfombra en las noches frías.

Tendremos que emprender una hazaña: un manual para manipular al manipulador, estoy segura de que la humanidad del futuro nos lo agradecerá, pues habremos sentado las bases para  la verdadera liberación. Para comenzar, podríamos intentar ignorarlo, como se hace cuando un nene quiere conseguir todos sus deseos con berrinches, estoy casi segura de que eso terminará por acendrar su malsana manía, y terminará con camisa de fuerza, sin poderse arremangar.

Silvia Betancourt Alliegro

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