LA VIOLENCIA, RESULTADO DE LA DOMINACIÓN POLÍTICA TRADICIONAL (Ensayo)
Por Silvia Betancourt Alliegro
La violencia antigua, la precursora de la actual, data de los años
cuarenta del siglo pasado. Por lo general, es presentada como un fenómeno
emanado de las áreas rurales; pero es un hecho que se generalizó en el campo
después que las organizaciones populares urbanas fueron desapareciendo casi en
su totalidad.
La ofensiva de las clases dominantes empieza desde 1943, mediante
un código social implementado por López que impulsó la restricción de los
derechos sindicales, que claro, estaban concentrados en las áreas de
producción: las ciudades.
En 1945 se crea la
ANDI (Asociación Nacional de Industriales), en Medellín, y
fue el primer síntoma y signo de la afirmación de independencia de los gremios
con respecto al Estado, centralizado en Bogotá.
Entre los años 1944- 45, se da un periodo de gran prosperidad que
abre la era de la especulación y de la acumulación de la riqueza, abierta
durante la guerra, gracias a los grandes ingresos por las exportaciones de
café. Las reservas monetarias hasta 1947 por el alza en los precios del café,
propicia una era de euforia que duró hasta 1955. La prosperidad propicia la
tolerancia directa entre los gremios, sin la mediación del Estado. Los
enriquecidos gremios protestan por la implantación de la Seguridad Social
por parte del Estado colombiano, y por la nacionalización parcial de la Tropical Oil Company.
La movilización del pueblo, de 1944 a 1948, se lleva a cabo
en las ciudades. Se organizan huelgas de gran importancia como la huelga del
río Magdalena en 1945, el gobierno liberal se aplica a debilitar la CTC (Central de Trabajadores
de Colombia). Y a partir de 1947 se intensifica la represión contra los
sindicatos, hasta casi su exterminio en 1948. Después del 9 de abril de 1948
–día en que asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán -, el movimiento sindical deja de ser autónomo.
Los dirigentes Liberales y Conservadores, asociados en el poder
desde agosto de 1946, se dieron a la tarea de debilitar los movimientos
sindicales.
Entonces, la violencia se traslada a los campos de Colombia. La
relación entre las luchas urbanas y la rural instaura la violencia por la
disociación que Gaitán llevó a su punto extremo.
Los terratenientes tradicionales y los sindicatos patronales
manejan directamente las políticas económicas que correspondan a sus
actividades, y los terratenientes aumentan su control sobre los trabajadores
rurales. Entonces, la disolución progresiva del Estado a manos de diversas corporaciones
económicas en las diferentes regiones está en marcha.
La privatización y la fragmentación es el caldo de cultivo para la
violencia, y así, la iracundia colombiana comienza a tener cierto sabor a
guerra civil.
Entonces, la guerra fue
llevada a los campos por los partidos políticos escudados tras las creencias
religiosas tradicionales. Los asesinatos selectivos aparecen durante una época
de progreso de la agricultura capitalista, sin que propugnen por la extinción
de la agricultura tradicional.
En 1950, las grandes plantaciones de caña de azúcar, algodón,
arroz, entre otras, tienden a extenderse sobre las tierras ganaderas.
En ciertas regiones: Tolima, Caldas, norte del Valle del Cauca-
todas tierras cafeteras -, se procede a la eliminación física de los pequeños
propietarios renuentes a vender sus tierras. Pero, estaban ya en 1954 y bajaron
los precios internacionales del café, y la producción se concentró en los
sitios de acopio.
Por consiguiente, la violencia comienza a crecer en esas zonas eminentemente
cafeteras, porque la superficie cultivada no crece tan rápido como la
población. La colonización rápida por los recolectores de café aporta más
gente, y los precios del café habían bajado. Las antiguas formas de
arrendamiento o de ‘aparcería’ –con trabajo sojuzgado- pierden su importancia,
la violencia se instaura. Va aparejada con la preservación de las viejas formas
de propiedad, y sobre todo, con las formas de dominación política que le son
propias. La Ley
100 les dio un arma jurídica para poner fin a las conquistas de los ‘aparceros’.
En el Valle del Cauca, los ingenios azucareros hacen relaciones
con grupos armados al margen de la ley,
les dicen ‘los pájaros’, y les pagan para que ‘limpien’ sus tierras de
aparceros; (más adelante, muchos años después, sus descendientes son ‘los
parceros’ de las grandes ciudades, y ya sabemos cómo sobreviven).
La gran propiedad tradicional y la agricultura de tipo capitalista
se apuntalan la una a la otra; es así como los terratenientes tradicionales
ofrecen las condiciones políticas y económicas para la expansión de los
industriales del agro, teniendo en cuenta la ausencia del Estado, la una
contribuye a valorizar a la otra por el juego de los precios de la tierra.
La violencia no es entonces el resultado de la agricultura
capitalista, sino más bien, de las formas de dominación política tradicional
con las cuales se acompaña el progreso. El latifundio juega el papel de
sustituto de un orden político en plena crisis, y con ello se ratifica la
fragmentación del poder. Se requerirá del gran temor de las clases propietarias
en 1953, ante la disolución del poder, para que él intervenga llamado por
ellas: el ejército.
Por la vía de un golpe de Estado militar se logra la
reconstrucción de un mínimo de Estado y de unificación política, sin que los
partidos políticos pierdan por completo su importancia, pues más adelante se
acomodaron el poder por periodos de tiempo en una forma que llamaron el Frente
Nacional.
La violencia en ningún momento ha estado ausente de la tierra
colombiana.
BIBLIOGRAFÍA
PECAUT, Daniel, Reflexiones sobre el fenómeno de la violencia.
Tomado de Ideología y Sociedad No. 19, octubre- diciembre 1976.
NOTAS
La ofensiva de las clases dominantes se define desde 1943. Para
ellas se trata de desmantelar lo que queda de ese Estado “arbitro social” y
destruir los sindicatos y las demás organizaciones. A este respecto, el código
social adoptado en 1945, durante el segundo gobierno de López, de debe dejar
ilusiones. El mismo López había impulsado en 1943 la restricción de los
derechos de los sindicatos. En diciembre de 1945 es un gobierno liberal el que,
bajo pretexto de una huelga apresuradamente declara en el río Magdalena, se
esfuerza por debilitar la central sindical CTC.
La cohesión de las clases dominantes, cuando se trata de bloquear
la movilización popular, se expresa principalmente en el apoyo de los
industriales al mantenimiento de las estructuras agrarias. La Reforma Agraria
que representa la ley de 1944 sella este acuerdo. Pero esta cohesión asume
también una forma política, que consiste en la voluntad de mantener un gobierno
que asocia a los dos partidos, lo que se dará hasta mayo de 1949, con una corta
interrupción.
Cierto es que los dos partidos tradicionales, en su lucha por el
poder, canalizan una gran parte de la movilización social. Pero dejan un
residuo social fluctuante, aquel que hará de nuevo irrupción el 9 de abril de
1948, e inmediatamente después en las zonas rurales, residuo caracterizado por
la ausencia de una expresión política propia, la desorganización y el
desmoronamiento. Por ese entonces en
enfrentamiento entre los dos partidos tradicionales pierde toda relación con
los eventos sociales. Sería un error grosero imaginar que a partir de 1947
el partido Conservador sea el de los grandes terratenientes y el partido
Liberal el de la burguesía nacional, o que el primero sea más opuesto a la
legislación social que el segundo.
En realidad los industriales se inclinan por esa época, al menos
en Antioquia, del lado del conservatismo, y los liberales, incluidos los
‘Lopistas’ , son tan reticentes como sus adversarios a toda forma de
intervención de Estado. El residuo
social de un lado, la lucha por el poder de otro, hacen inevitable la
separación. Hay que anotar que esta separación no impide una cierta influencia
recíproca. La lucha por el poder sería incomprensible, en su virulencia,
sin el trasfondo de la movilización social. La dispersión, pero al mismo tiempo
la generalización de lo que llamamos el residuo
social no podría interpretarse por fuera de la grieta abierta en las
instituciones por la querella a muerte entre las dos comunidades políticas.
Si la violencia aparece, entonces, ya contenida en los conflictos
sociales urbanos de 1945 a
1948, no es únicamente en razón del peso de una oligarquía más dominante que
dirigente. Es, en primer lugar, consecuencia de la disociación que Gaitán llevó
a su punto extremo, colocando de un lado su campaña contra la oligarquía, y
estando por otro asociado con el gobierno. LA RELACIÓN ENTRE LAS
LUCHAS URBANAS Y LA
VIOLENCIA RURAL SE ASEGURA, ANTE TODO, POR ESA DISOCIACIÓN.
La violencia
generalizada que prevalece a partir de 1948-49, la disociación entre el campo
social y el campo político, que es a la vez el origen y el síntoma, no pueden
producirse sino a partir de una dislocación entre el aparato del Estado y el
poder del Estado. Antes de ser el resultado de la lucha por el poder entre las
dos comunidades políticas, la disolución del Estado es el efecto de la política
económica y social adoptada por las clases dominantes en un coyuntura de gran
prosperidad económica.
Al salir de una guerra
no hay lugar fácil para un Estado dotado de autonomía. La tendencia es de que
subsistan las formas institucionales privadas y fragmentadas.
La Federación Nacional de Cafeteros
constituye entonces la espina dorsal de una política económica liberal. Ella
ofrece también el modelo de un sistema de dominación institucionalizado pero al
mismo tiempo privatizado.
La Federación está en efecto a cargo de una parte importante de
la política cafetera. POR MECANISMOS DE CAPTACIÓN INTERNA, ELLA ASEGURA
ADEMÁS EL DOMINIO TOTAL SOBRE LOS PEQUEÑOS PRODUCTORES A LOS QUE ENCIERRA ENTRE
SUS REDES COMERCIALES Y POLÍTICAS.
En 1945 asistimos a la imitación de ese modelo por parte de otros
“gremios”. En Antioquia, los industriales conservadores ponen en marcha una red
de sindicatos patronales, que son imitados enseguida por otras regiones. Además, se hacen cargo directamente de la
política económica en lo tocante a sus actividades.
SE
PRESENTA ASÍ UNA DISOLUCIÓN PROGRESIVA DEL PODER DEL ESTADO, ABANDONADO EN
DIVERSAS CORPORACIONES ECONÓMICAS Y EVENTUALMENTE DE DIVERSAS REGIONES.
Ospina Pérez y Laureano Gómez
intentaron en vano frenar este fenómeno, el primero tratando de realizar una
política económica que fuera más allá de los intereses a corto plazo de las
diversas fracciones de la burguesía, y el segundo, proyectando la puesta en
marcha de un Estado autoritario- corporativista. La
privatización y la fragmentación fueron más fuertes.
Estas luchas tienen incidencia en el
plano político. Si hay cohesión de las clases dominantes frente a las clases
populares, se da por cuanto se trata de sus intereses inmediatos_ de 1947 a 1951, las querellas
entre los “gremios” son incesantes a falta de una instancia centralizadora. Desde el momento en que los intereses
regionales o locales entran en su turno en esta tendencia, el proceso de
fragmentación no tiene punto de culminación. EL PODER SE DISPERSA, mientras que
en la ausencia de toda legitimidad, cada unos e atribuye lo que logra con sus
capacidades de movilizar y de dominar un sector económico local, la violencia
se da, es el comienzo de dislocación del Estado.
A este respecto la violencia se presenta como la manifestación de un
proceso de desarrollo económico rápido, pero sin romper con el antiguo esquema
de “desarrollo hacia afuera”. El lugar del Estado queda prácticamente
vacío, porque las evidencias de “la división internacional del trabajo” no
frenan su curso, y con ellas, LAS DE UN ORDEN POLÍTICO Y ECONÓMICO DADO DESDE
EL EXTERIOR.
SE TRATA DE
UNA VARIANTE DE LA MODERNIZACIÓN CONSERVADORA, EN LA CUAL EL ESTADO ESTÁ CASI
AUSENTE; EL ORDEN POLÌTICO SE CONSTITUYE DESDE ABAJO SOBRE LA INICIATIVA DE LAS
CLASES POSEEDORAS BAJO LA
MODALIDAD DEL
DESORDEN. (Análisis de Barrington Moore.
En este proceso de fragmentación del
poder, los partidos tradicionales aparecen como elementos de relativa
unificación, los únicos en expresar una relación con la unidad nacional.
Ni el ejército, ni la policía están en
condiciones de constituir bases para la re- fundación del Estado. La policía no es independiente ni de los
partidos políticos ni de los poderes locales. EL EJÉRCITO ha demostrado, desde el 9 de
abril de 1948, sus divisiones y su falta preparación política; su fragilidad
frente a la oligarquía continúa incólume, y sus mecanismos de dominación
armada, son fragmentarios.
IMAGINEMOS UN CUADRO GENERAL, DONDE
CONVENDRÍA DISTINGUIR LAS DIVERSAS 2LÓGICAS2 DE VIOLENCIA SEGÚN LAS RELACIONES
SOCIALES Y EL TIPO DE AGRICULTURA QUE PREDOMINA LOCALMENTE.
Es claro que
no hay homogeneidad entre la violencia que se instaura desde 1947 en un
departamento como Boyacá, donde el fenómeno del minifundio es de una gravedad
particular, y la que reina en las zonas del Valle del Cauca, bajo la iniciativa
de los grandes propietarios capitalistas. No hay ningún parecido entre los
conflictos que van a enfrentar a verdaderos ejércitos en aquella región
fronteriza y ganadera que son los Llanos, y la violencia muy descentralizada
que se da en los departamentos de Caldas y Tolima; la presión de la mediana
propiedad, el vandalismo; combinándose con la lucha partidista en una mezcla
inextricable. SÓLO QUEDA UN ELEMENTO COMPARABLE: EL DESMORONAMIENTO Y LA FRAGMENTACIÓN DE LA ACCIÓN CAMPESINA.
Para este desmoronamiento hay varias razones, hay que citar la estructura misma
de la población rural presa de una gran variedad de relaciones de producción y
de relaciones políticas. Hay mucha dificultad para definir a un adversario,
porque el sistema de poder está diluido; entonces, hay que definir al partido
contrario como adversario. Entonces, esa disociación se transforma en
vandalismo, no hay entendimiento claro entre lo que es el vandalismo y la lucha
social. Entonces, se privatiza el Estado no sólo económicamente, sino también en sus funciones
represivas.
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