La Industria del Siglo Veintiuno: el Tráfico y Abuso de Palabras
Por Silvia Betancourt Alliegro
En cada campaña electoral son pocos los favorecidos
por el dinero que circula a raudales, veamos, no exactamente en su orden: los
medios, lo publicistas, los periodistas y los médicos.
Cuando decimos campaña estamos usando la palabra
exacta que desde todas las épocas de emancipaciones se aplica a las
beligerancias; por tanto, el movimiento electoral en Colombia es una guerra
interna en la que salen a relucir todas las armas, especialmente las
verbales. Los medios, en caso de guerra
o conflicto, sobre todo, más que contar la realidad, contribuyen a crearla y la elección del léxico configura un modo de contar determinado por
los intereses del ‘cliente’.
Entonces, los del segundo poder –aún no han podido
correrle la banca a la Banca- analizan las intenciones descritas por cada
candidato en su Programa y con base a las utopías narradas en tono de Decretos,
fabrican audiencias cautivas. Las palabras informan por lo que dicen, pero no
hay que olvidar que también lo hacen por lo que no dicen.
Asistimos a la degradación del auténtico sentido de
muchos términos sin que se susciten polémicas y denuncias. El uso del eufemismo en los medios no es
compatible con las tareas informativas: entorpecen más que aclaran. Y los
medios nos dan ‘asesoría’ para que
sigamos en el statu quo.
Los idiomas brindan a sus oradores la posibilidad de
ocultar o encubrir la realidad El uso
del eufemismo puede ser peligroso, puesto que oculta o transforma la realidad
para las mayorías, que no saben de este tipo de manipulaciones y son las que
deciden en cualquier democracia quiénes las van a ayudar en las angustias de la
cotidianidad del rebusque, sin sospechar que son conducidas como reses al
matadero. El lenguaje de los políticos ‘encripta’ sus verdaderas intenciones,
mas para ello requieren de un publicista o de un periodista que se atreva a
saltar la barrera de la dignidad ¡por
dinero!
Se entiende que no todos los periodistas son bien remunerados,
en ocasiones tienen que buscar medios de subsistencia alternos, sobre todo los
de provincia, que se ven obligados a vender publicidad para el medio en que se
desempeñan para que les den un porcentaje, esto le quita dignidad y decoro a su
trabajo. Tanto así, que algunos se van a las plazas de mercado a ejercer el
trueque para llevar algo de comida a sus hogares. Es imposible para ellos
ejercitarse en la difusión de la verdad. Más, hay algunos que son los
dictadores de procesos en los que la comunidad se ve inmersa y perjudicada y
usan de peones a los anteriormente descritos.
@yastao
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